Donkey Kong, Mario Bros o Zelda son algunos de los personajes a los que Shigeru Miyamoto dio vida en sus videojuegos y catapultó a la fama. A sus 59 años, el diseñador japonés ganó ayer el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, que lo reconoció no sólo como “el padre del videojuego moderno”, sino además como el artífice de una verdadera revolución.
Miyamoto “es el principal artífice de la revolución del videojuego didáctico, formativo y constructivo”, destacó el jurado en Oviedo, España.
El galardón está dotado con 65 mil dólares y una escultura creada por Joan Miró para los Premios Príncipe de Asturias, que Miyamoto recogerá en Oviedo el próximo otoño europeo.
“Me siento muy honrado”, aseguró el cerebro de Nintendo desde Kyoto, donde nació en 1952. “La labor de crear videojuegos es en gran medida un trabajo en equipo y por este motivo me siento enormemente agradecido por haber sido elegido para recibir este ilustre premio”, añadió, comprometiéndose a seguir esforzándose para ofrecer diversión y alegría a personas de todas las generaciones y en todo el mundo.
Si el motivo de darle el Principe de Asturias a Miyamoto, fue la revolución que causaron sus aportes al mundo de los Videojuegos, debo decir que igual la labor de este simpático japonés, también causo una evolución en mi mundo cuando apenas era un chamaco.
Antes de los videojuegos, estaban las máquinas, las cuales me fascinaban de sobremanera. Inclusive, llegaba a gastar el dinero de mi desayuno escolar para ir a las dichosas "maquinitas" o máquinas recreativas, como se conoce en otros lados. Mi favorita entonces era Space Invaders y esta trataba de tomar una nave que iba liquidando naves extraterrestres, en un plano fijo horizontal.
Otro juego que igual me fascinaba era Contra, que demostrando mi pobre talento y falta de dinero, apenas llegaba a pasar del segundo nivel.
Sin embargo, los gustos cambian con la edad y por un tiempo deje de ir a las maquinitas y me concentre más en la televisión.
Pero quiso el destino que las cosas cambiaran, cuando a mi madre se le metio la idea de ir a centros comerciales más nice, como esa famosa tienda de ropa que aparece en la tele.
Pero la tienda no solo vendía ropa, sino también tenía su apartado para hombres y niños. Estos últimos, con una sección dedicada a la venta de videojuegos.
Y peor, para tentar a la chamaqueria, ponían varias máquinas en "exhibición", donde no pagabas y nada. Solamente te dedicabas a jugar, con la primicia de que al estar tan enajenado, fueras corriendo con tus padres e hicieras un berrinche, reclamando el cartucho que estabas jugando (y claro, no solo el cartucho, sino todo el mentado aparato).
Aunque suene extraño, el berrinche se me termino pasando rápido (nuevamente gracias a la TV y el recien llegado cable. Tantas cosas le deben mis padres a la caja idiota).
Pero mi hermano era de armas tomar y estuvo tan insistente en tener el NES que casí vuelve locos a mis padres.
Finalmente, en un arranque de buena voluntad por nuestras buenas calificaciones (ajaaa) y comportamiento, decidieron comprarnos la consola, que aparte veían como una inversión porque ya tenía el cartucho de Super Mario Bros (aja, que ilusos).
Claro, que mis padres soltaran prenda, fue díficil, ya que el "codo" es poderoso y en la dichosa tiendita nice, la NES la vendían media cara.
Por suerte, en el lugar donde estabamos, había también una tienda "Itochu" (como se conocía al distribuidor de Nintendo, luego Citoh, en América Latina) y allí el aparato no los ofrecían más barato y aparte con más implementos, como la Zapper, una suerte de pistola que interaccionaba con el juego de "Duck Hunt", y el tapete de deportes, que tenía su videojuego estilo Olimpiadas (el bisabuelito de las pump it, pero sin música). Todo esto, por el lejano año de 1990. Que tiempos aquellos.
En fin, que ese primer fin de semana, mi hermano y yo no parabamos por jugar la NES y eso se prolongo por muchos años más.
Citando a Sheldon, jugando Super Mario Bros, fueron las horas más felices de mi infancia. Y esto no es exagerado, ya que mi hermano y yo nos turnabamos para jugar y pasar los diferentes enemigos que teníamos enfrente. Mientras yo era bueno pasando los diferentes mundos, mi hermano sabía como enfrentarse al Bowser de cada nivel. Esto llego a crear un lazo muy fuerte con él y que se mantuvo por muchos años.
Y tecnicamente Super Mario Bros no tenía nada de complejo: era un plomero bigoton que tenía que rescatar a la princesa, a través de varios mundos, llenos de enemigos como tortugas, cosas llamadas goombas y dragones extraños, aparte de obstáculos naturales, como acantilados, tuberías y puentes colgantes.
Cosa más original, ¿No? (y no es sarcasmo)
Aparte, mi familia de repente se llegaba a agregar, en especial al jugar con la Zapper (no tanto con el tapete jeje).
Y si estos recuerdos maravillosos terminaron aquí, se siguieron perpuetuando con otros cartuchos, la SNES y con la Club Nintendo...pero eso...es otra historia.
En fin, que al momento de hacer esta reseña, me puse el famoso OST de Super Mario Bros. Es increíble como una melodía tan sencilla, puede evocar recuerdos tan vívidos. Aca abajo, les dejo la muestra de un CD que sacaron hace dos años, con motivo del 25 aniversario del plomero bigotón.
Saludos a my princess Peach...mamá mía! Así a quienes gustan de este tipo de videojuegos.
♥ Miyamoto
ResponderBorrarDiría que es un poco una pena, pero es que no lo es exactamente, porque también Chavela Vargas era candidata al Príncipe de Asturias. Pero no puedo decir que sea una pena que Miyamoto lo consiguiera :)
En mi casa nunca hubo problemas con las consolas porque mi hermano se encargaba de ello. Entre sus buenas calificaciones y su capacidad de ahorrar, siempre teníamos la siguiente justo a tiempo. Sumado al gusto tecnológico de mi padre. Ya de ahí era labor de mi hermana y yo ahorrar para regalarle juegos nuevos en las fechas de regalos y todos felices. Yo al menos hasta el N64 que después dejé de entender todo en el mundo de los videojuegos xP
Saludooos.