martes, 12 de enero de 2016

Batalla de Alesia: uno de los picos en la carrera de Julio César.

Aunque hoy en día, se le recuerda a Cayo Julio César por lo hecho posteriormente al cruce del río Rubicón, cuando decidió enfrentar al Senado de Roma y tomar la República bajo su propia mano, en realidad este noble patricio, de escasa fortuna económica, tuvo un ascendente y vertiginoso ascenso hacia el poder, no solo en base a sus maniobras familiares y políticas, sino también por demostrar un genio en batalla bastante elevado. Esta combinación de acciones y talentos hicieron a Julio César una persona que proyectara admiración (en especial a sus legionarios) y aversión (en especial de rivales políticos e inclusive viejos aliados, como Pompeyo).

Justamente, la campaña que lo lanzó al estrellato, por así decirlo, fue la conquista de las Galias, la cual el mismo Julio César relato en un libro que hoy es objeto de lectura en diferentes clases de historia. La Galia, dominada por varias tribus bárbaras, habían puesto en aprietos a los diferentes cónsules o generales romanos que habían tratado de conquistarlas o sojuzgarlas de una manera u otra. Los galos eran conocidos por ser sumamente aguerridos y un pueblo difícil de dominar. Sin embargo, habían mantenido sus fronteras de manera estable con Roma por muchos años. Julio César se lanzo al dominio de ellas, argumentando una especie de ataque preventivo. Sin embargo, muchos hoy en día ven que dicha guerra fue solamente para e prestigio del susodicho y que finalmente le sirvieron, no solo para pagar deudas (ya que para armar a su ejército, tuvo que empeñar hasta las sandalias) sino también para hacerse poderoso y rico, lo cual le sirvió como ariete para iniciar la Segunda Guerra Civil Romana, que culminó con su ascenso al poder, el cual termino abruptamente con su muerte a manos de su sobrino, Brutus en el año 44 a.C.

Pero antes de eso, Julio César se garantizo una campaña sin precedentes y más contra un rival que le daría serios dolores de cabeza: Vercingétorix, el cual no caería derrotado hasta la batalla de la cual vamos a hablar a continuación.


Antecedentes: Para el año 61 a.C., el buen Julio César formaba un triunvirato con Craso y Pompeyo. Antiguamente enemigos, ahora eran aliados, debido a que una hija de César estaba casada con Pompeyo. Sin embargo, ese mismo año, la hija falleció y Craso murió en una campaña en Oriente. Esto a la par de que terminaba el consulado de César y ciertas maniobras políticas, provocó que estuviese quebrado literalmente. Aun cuando tenía dos provincias galas italicas en su poder e inclusive fue gobernador de una tercera, cuando su dueño falleció súbitamente, las arcas del susodicho estaban vacías y con varios pagares. En su momento, Julio César pensó en iniciar una guerra con ciertas tribus balcanicas, que en teoría, sonaban más fáciles de atizar y conseguir un buen botín.

Sin embargo, la rebelión y migración de los helvenios en el año 58 a.C., provocó la intervención de Julio César. Marchando con cuatro legiones que había formado en la guerra en Lusitania (la VII, VIII, IX y X), logró darles en la torre a los galos y bárbaros que habían estado dando problemas, primero en castigar a los helvenios y luego en premiar a las tribus que se pasaran a su lado. Claro, los galos en aquel entonces eran tribus muy desunidas, pero civilizadas (idioma y cultura común) y bastante ricas. Por ello, las primeras maniobras de César eran hablar diplomáticamente con los rebeldes y luego dar guerra en caso necesario. Esto hizo que varias tribus galas juraran fidelidad a Roma.

Pese a esto, los galos eran un pueblo bastante extenso y varias ciudades o tribus se rebelaban al instante, provocando que César tuviese que ir por todo el territorio, que actualmente abarca Francia, parte de Alemania, Bélgica y Holanda, dando golpes de dinero y de espada, para tratar de pacíficarlas. Para el año 54 a.C., la Galia en sí, estaba en un delicado equilibrio de estabilidad. Sin embargo, en Roma, Pompeyo comenzó a hacer proselitismo y provocó que muchos senadores y oradores se pusieran a su favor y por supuesto, en contra de Julio César (que para entonces, se había hecho bastante rico y había saldado sus deudas, lo cual también provocaba envidia en Roma).

Ambíorix, al mando de los dizque pacificados alburiones, se lanzo sobre la XIII Legión romana, haciéndola añicos. Aunque César logró luego darles en la torre, los galos se dieron cuenta de que estando unidos, podrían deshacerse de la sombra de Roma. Por tal motivo, para el invierno del 53 a.C., una gran reunión entre tribus decidió que todos se unirían contra Roma, salvo con dos ciudades que seguían siendo fieles a Roma. La jefatura recayo sobre el líder de los arvernos: Vercingétorix.

El astuto galo decidió hacer dos cosas: primero, jamás enfrentar a los romanos de frente, sino que optó por hacer una guerrilla y tierra quemada, provocando que las tropas de Julio César se muriesen de hambre en el combate. La segunda, iniciar las hostilidades, cuando el jefe romano estuviese en sus provincias, tratando de arreglar las funestas críticas hacia él. Eso fue justamente lo que paso y para la primavera del 52 a.C., comenzó la ofensiva gala, que consistió en matar a los ciudadanos romanos en las diferentes ciudades galas. Esto hizo que César abandonase sus regiones y aunque estas fueron atacadas, la guarnición que dejo fue suficiente para detenerlos.

El jefe de jefes: Julio César.

César mientras marcho con cuatro legiones y armó dos más en el camino, dando mamporrazos por todos lados. Vercingétorix seguía sin enfrentarlo y con sus tropas (80,000 infantes y 15,000 de caballería), sabía que era seguido por Julio César, por lo cual, continuaba con su táctica de tierra quemada y así agotar las tropas del cónsul hasta que pudiese darle batalla de igual a igual y vencerlo.
Lamentablemente, los galos eran conocidos por ser poco disciplinados y una ciudad, Avárico, se rehuso a autoquemarse. Vercingétorix trato de reforzarla con sus tropas, pero los romanos fueron más implacables y pudieron secarla pese a la presión del caudillo galo. Sin embargo, Vercingétorix no se quedo con los brazos cruzados y su táctica termino resultando en al menos una ocasión, en la colina de Gergovia, donde el jefe galo se hizo fuerte y Julio César no logró romper el sitio.

Esto provoco que muchos galos se uniesen a la causa de Vercingétorix y nuevas rebeliones se dispararon en las ciudades galas, en especial en Noviodunum (Nyon, Suiza). Sin embargo, César recibió el apoyo de las dos legiones que había mandado con Labieno, general y su subordinado, a pacificar el resto de la región y al fin, en Dijón, logró tocar un tanto a Vercingétorix, haciéndolo perder hasta 700 hombres. Ante esto, el jefe galo decidió mejor evitar aun más la batalla frontal y refugiarse en la fortaleza de Alesia, esto para septiembre del año 52 a.C.
Julio César al fin vio la oportunidad de dar el golpe final a la rebelión del caudillo regional.

Batalla: Vercingétorix había escogido un perfecto lugar para resguardarse. Alesia se consideraba una fortaleza en todo el sentido y como estaba encima de una pequeña colina (dato geográfico que ha vuelto locos a los arqueólogos, ya que su ubicación exacta no ha sido bien delineada), era casi inexpugnable. Julio César lo sabía y por ello, un asalto frontal se consideraba la muerte. Así que decidió ponerla a sitio, construyendo muros que evitasen el escape y la entrada de gente a la fortaleza, provocando la muerte de los soldados y civiles por inanición.

Para ello, el caudillo romano decidió construir un muro de 18 kilómetros de largo y 4 metros de alto, rodeando Alesia, teniendo torres de vigilancia en intervalos. Aparte, varios fosos y regiones de piquetes estaban entre el muro y la misma fortaleza. Vercingétorix, previendo esto, lanzo en ocasiones a su caballería a romper el sitio. La caballería germana romana (varias cabalgaduras bárbaras se unieron a Julio César durante sus batallas) lograron frenarlos en ocasiones, pero un fuerte contingente logró salir por refuerzos. El cónsul decidió entonces construir un muro externo que permitiría proteger al interno. Este llegó a medir más de 20 kilómetros y era unos 5 metros de alto.

Entre tanto, Vercingétorix no se rendía y mandaba tropas para abrir el sitio, aunque de manera infructuosa. Para colmo, los alimentos dentro de Alesia comenzaban a escasear y el hambre apareció entre los civiles y sus soldados. Vercingétorix tuvo que elegir entre dos opciones que le dieron sus oficiales: una era sacrificar los 10,000 caballos que quedaban dentro de la fortaleza para dar de comer a todos o sacar a los civiles para que fuesen acogidos por los romanos. El caudillo galo acepto la segunda opción, pero de manera horrenda, Julio César no acepto a los civiles y los dejo morir en el espacio entre la fortaleza y el muro interno, provocando la ira de Vercingétorix, aunque tampoco los recibió de vuelta.


Para finales de septiembre, los refuerzos llegaron, por parte de Comio, rey de los atrebates y un primo de Vercingétorix, llamado Vercasivelauno. Julio César se preparo a conciencia para frenarlos y pese a que la diferencia de hombres era de 3 a 1 (había alrededor de 60,000 romanos y aliados, contra mínimo 200,000 bárbaros galos), este confió en la disciplina y fortaleza de sus tropas, por lo cual los ataques simultáneos (Vercingétorix también ataco la muralla interna, mientras Vercasivelauno lo hacía con la externa) fueron contenidos a duras penas durante la última semana de septiembre.

La cosa se puso crítica para el 1 de octubre. Aprovechando la noche, los galos hicieron otro ataque simultáneo que tuvo bastante éxito, al grado que hubo una penetración en la muralla externa. El ejército de Vercasivelauno estuvo a punto de llegar a la muralla interna, pero la combinación de los obstáculos mandados a construir por Julio César y la caballería romana, comandada por Marco Antonio y Cayo Tribenio, lograron parar en seco la ofensiva gala.

El 2 de octubre, Vercasivelauno volvió a contraatacar, esta vez con 60,000 hombres. Sin embargo, no fue a base de fuerza bruta, sino la punta de flecha del ataque se enfocó en un punto débil que tenía el muro externo, donde Julio César no pudo construir precisamente una muralla continua, debido a las características del terreno. Vercasivelauno logró romper la defensa, aun pese a que los romanos habían recibido refuerzos de la caballería de Labieno, que un año antes, había logrado ayudar a su jefe en una situación similar. Sin embargo, en esta ocasión, el mismo Julio César salió a la defensa de su subordinado. Agarró a 6,000 hombres y en una maniobra audaz, en lugar de lanzarse a atacar el frente, se dirigió hacia la retaguardia de los galos.

La maniobra tan audaz, provocó pánico entre los galos y reforzó la moral de los hombres de Labieno, que contratacaron con ferocidad. Vercingétorix también estaba atacando la muralla interna, pero sus hombres debilitados por el hambre no pudieron hacer más. Finalmente, los hombres de su primo fueron desbordados y se retiraron de manera desordenada. El caudillo galo no tuvo otra opción que rendirse al día siguiente, ya sin presentar alguna batalla más.


Consecuencias: Con esta victoria, las tribus galas ya no volvieron a guerrear con Roma. La región se convirtió en una provincia más del naciente Imperio Romano y no volvieron a ser libres hasta el siglo III, cuando tuvieron autonomía y finalmente se separaron del decante imperio. Sin embargo, para sus protagonistas, las cosas fueron muy diferentes.

Primeramente, Julio César adquirió gran fama, poder y riqueza con la victoria de Alesia. Pero en el Senado, las cosas eran muy diferentes. Tanto Pompeyo como Catón el joven (orador, estadista) hicieron mala fama de él, al grado que el desfile del triunfo le fue negado al general. Este, herido y harto de las intrigas políticas, no tardo en desatar la guerra civil que lo llevaría al poder, luego del cruce del Rubicón en el año 50 a.C. Luego de sus victorias, Julio César no vería el fruto de sus acciones, ya que sería asesinado en el año 44 a.C. por sus rivales políticos.

Marco Antonio, uno de sus generales de caballería, serviría a su jefe de manera fiel e inclusive perseguiría a sus asesinos. Posteriormente, con Octavio Augusto y Lepiro, formaría un segundo triunvirato. Las ansias de poder y su pasión por Cleopatra, lo llevarían al suicidio en Egipto, unos años después.

Labieno y Cayo Trebonio se pondrían en contra de Julio César, e inclusive el segundo estaría entre los conspiradores que le dieron muerte. Finalmente, ambos morirían, uno en batalla y el otro bajo asesinato en la segunda guerra civil romana.


Finalmente, Vercingétorix sería tratado con honores por algunos años, listo para ser presentado en el desfile. Pero cuando esto no se dio finalmente, fue juzgado y ahorcado 5 años después.
Como dato curioso, la guerra de las Galias hoy en día es considerado un tema de cuestión nacional entre los franceses y como un símbolo de libertad, en especial Vercingétorix, que hoy en día es visto como un caudillo de gran importancia (como Boadicea entre los celtas). Y la muestra está en las aventuras de Astérix, un comic de origen francés que relata las aventuras (de manera cómica) de la única aldea gala que se ha resistido al poder de Roma. Pero bueno, como diría la tía chona: "...eso, es otra historia..."

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Saludos a mi esposa que adoro :3, así a quienes gustan de este tipo de batallas.

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