sábado, 27 de febrero de 2016

La Batalla de Stalingrado, segunda parte: La operación Urano

Hace unas semanas se cumplieron 73 años de la rendición del VI Ejército Alemán en las ruinas de la ciudad de Stalingrado. Cuando los potenciados soviéticos se acercaron al demacrado y recién ascendido mariscal de campo, Friedrich Paulus, comandante en jefe de dicha formación, le pidieron que se desvistiese para revisarlo, con la intención de evitar que guardase alguna arma con la cual pudiese suicidarse. Los oficiales de Paulus miraron contrariados a sus captores y dijeron una frase que paso a la posteridad: "Un Mariscal de Campo no se suicida con un cortauñas".

Sin embargo, la paranoia de los rusos era más que obvia. Hitler había nombrado a Paulus con dicho título, velando la orden de que no debía rendir al VI Ejército, sino que este debía morir hasta la misma raíz, incluyendo a él mismo. Rendirse era un deshonor. Sin embargo, Paulus se encontraba ya exhausto y rendido, no solo por él (había desarrollado un tic nervioso muy evidente en el rostro), sino también por sus tropas, las cuales caían en batalla, no tanto por las balas enemigas, sino por el frío, la desnutrición y el cansancio.

No obstante, tanto en su oficialia como en los mismos soldados, había fe de que Adolf Hitler llegaría a salvarlos. Ya los alemanes se habían encontrado en "kessels" (calderas, el término alemán para definir una bolsa llena de soldados y rodeada por varios ejércitos enemigos) y habían logrado sobrevivir. El problema es que la trampa que les habían puesto los soviéticos meses antes, era casi perfecta, al grado que logró resistir el embiste de uno de los mejores generales de la Wehrmacht, Von Manstein. Y es que la incredulidad aun corría entre el VI Ejército. Se supone que Stalingrado estaba en sus manos y en cuestión de semanas, la situación había cambiado dramáticamente. Pero dicha gesta no se dió en cuestión de días, sino tuvo meses de preparación y sacrificio previos. La Operación Urano sería la primera de muchas maniobras geniales que haría el Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial y de la cual hablaremos a continuación, siendo la segunda parte de la Batalla de Stalingrado.


La Operación Urano fue ejecutada por la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo final era la expulsión de las fuerzas alemanas del río Volga, atrapando aquellas ubicadas en Stalingrado. La ofensiva fue iniciada el 19 de noviembre de 1942, y las dos fuerzas independientes que debían rodear Stalingrado se encontraron cuatro días después.


Mientras el VI Ejército Alemán penetraba en la ciudad de Stalingrado, Josef Stalin había mandado llamar a dos de sus mejores generales para planificar un contrataque: Alexander Vasilevski y Georgy Zhukov. Ambos ya habían hablado sobre dicha operación y le presentaron un plan muy primordial pero original al mandamás de la Unión Soviética, el cual consistía en utilizar un ataque en pinza, donde dos ejércitos soviéticos, con sus respectivos cuerpos de tanques y aviación, atacarían por los flancos del VI Ejército, con la intención de rodearlo. Stalin comentó que le parecía arriesgado, ya que quería que los ataques se diesen más cerca de la ciudad (las lanzas de vanguardia se ubicaban en un punto muy atrás de la retaguardia alemana) y en el menor tiempo posible.

Sin embargo, tanto Vasilevski como Zhukov dijeron que no era posible. El plan tenía que cumplir con ese requisito y otros más, como era el usar unidades plenamente fogueadas como bien equipadas. El error de Timoshenko en el pasado, había sido utilizar soldados novatos y pobremente armados. Aparte, el efecto psicológico debía ser aterrador y sí la maniobra en pinza se realizaba muy cerca de la ciudad, habría la posibilidad de que el VI Ejército lograse escapar.
Stalin no dijo nada en ese momento y mando a los dos generales a "pensar" un poco, es decir, que vería sí aceptaba o no. Ambos oficiales se retiraron nerviosos y se dice que esa noche no durmieron, buscando alternativas al plan o como convencer al jefazo de aceptar sus condiciones.


Al día siguiente, ambos fueron al cuartel y resulta que Stalin estaba de buen humor y sin más, aceptó el plan. Visiblemente aliviados, Vasilevski comenzó a coordinar los movimientos desde la capital, mientras Zhukov se dirigió a Stalingrado a verificar el frente. La operación se hizo en secreto y aparte de los mencionados, solo unos cuantos más la conocían. El nombre en clave que se le dio fue "Urano".
Mientras Vasilevski comenzó a enviar tropas en secreto hacia Stalingrado, hizo que varias de las mismas comenzasen a foguear en zonas del frente más tranquilas, como las laterales de la ciudad. A la par, la producción de tanques y aviones aumento frenéticamente. No obstante, esto significo también que las reservas de hombres y munición para el 62th Ejército que defendía Stalingrado, comenzasen a mermar. El general Chuikov, mandamás de dicha formación, no era tonto y sabía que algo grande se estaba preparando, y por ello guardo resentimiento hacia Zhukov, cuando este hizo visitas secretas a la zona del frente. Solo hasta el último día, Chuikov llego a enterarse de la operación Urano.

Zhukov, acompañado de sus guardaespaldas, comenzó a verificar el frente, en especial donde las puntas de lanza avanzarían. Mientras el VI Ejército Alemán se enfocaba en Stalingrado, sus flancos estaban protegidos por dos ejércitos rumanos, el III en el Norte y el IV en el sur. Aunque la Wehrmacht era una formación poderosa y moderna, con soldados y oficiales altamente profesionales, sus aliados eran todo lo contrario y lo cual generó en muchos oficiales alemanes apelativos groseros, pero no menos ciertos. Salvo por las unidades de montaña italianas y eslovenas, el resto de los aliados que acompañaron a Alemania en la toma de la Unión Soviética, eran de calidad mediocre: los soldados eran perezosos y huían ante el embate de los tanques y artillería. Aparte, estaban pobremente armados y pertrechados, en especial con artillería antitanque o con carros de combate obsoletos.

Quienes padecían más estas condiciones eran los rumanos. Antonescu, el dictador de dicho país, había prometido a Hitler varias divisiones para apoyar la invasión, pero la calidad era bastante mala y es algo que los rusos habían notado. Hitler también lo sabía, sin embargo también menospreciaba la producción rusa y pensaba que el Ejército Rojo estaba al límite de sus fuerzas. Inclusive despreció informes de sus espías que comentaban que la producción de tanques soviéticos duplicaba y hasta triplicaba la alemana, la cual se encontraba en uno de sus mejores momentos. Y es que de manera indirecta, las acciones de Stalin en el pasado habían hecho creer al líder alemán y sus soldados que el Ejército Rojo estaba en las últimas.

La fecha tentativa del ataque fue programada para finales de octubre de 1942. Sin embargo, para disgusto de Stalin, Zhukov retraso el ataque, ya que las líneas férreas estaban saturadas y muchas divisiones todavía no habían llegado a Stalingrado. Era en esos momentos, donde Chuikov enviaba informes pidiendo tropas y armamento a granel, ya que la ciudad estaba en peligro de ser tomada. Para colmo, Zhukov recibió una carta bastante "sincera" del general Vatutin, que había sido elegido como comandante del frente suroccidental y que se encargaría de la pinza sur de la operación. Como muchos, no creía en dicho ataque y que era mejor retrasarlo. Zhukov estuvo a punto de destituirlo, aunque por mediación de Vasilievski, se contuvo. Vatutin era un general experto en el manejo de tanques y sus posteriores acciones lo mostrarían.

Otra acción puso en peligro la operación, cuando Yemerenko vió reducido su mandato en favor del general Rokossovski. Este, pese a su origen polaco, era ampliamente apreciado por Stalin y sabía de su experiencia en operaciones de tal envergadura. Yemerenko estuvo a punto de renunciar, pero Zhukov supo contenerlo y apreciar sus acciones pasadas. Finalmente, gracias al secretismo soviético, los preparativos estuvieron listos. Un millón de hombres, repartidos en dos frente (norte y sur) y tanto en varias divisiones de fusileros como dos cuerpos de tanques por cada frente, atacaría en un movimiento de envoltura, destruyendo las frágiles divisiones rumanas y con el objetivo de encontrarse en Kalach, un poblado que servía de puesto de provisiones para el VI Ejército alemán y que estaba pobremente defendido.

Lamentablemente, los alemanes jamás vieron ese movimiento o tampoco quisieron notarlo. Los rumanos habían notado un aumento considerable de tropas y acción en su frente, pero los informes pasaban de largo entre los oficiales de enlace alemanes. No obstante, esto sirvió para que los rumanos se preparasen en parte y que llegasen a ofrecer una resistencia un poco más dura de lo esperada.


Finalmente, el 19 de noviembre de 1942, a las 5 de la mañana comenzó un despliegue de artillería monstruosa sobre las líneas rumanas del tercer ejército. Aunque el impacto fue bastante potente, los primeros informes señalaban que era una pequeña ofensiva como las que hacían los ejércitos soviéticos en el frente. Sin embargo, el machaqueo de la artillería surtió efecto y muchos soldados rumanos murieron en el ataque o se retiraron de manera desordenada. Al instante, centenares de faros instalados en los tanques se encendieron y miles de infantes se lanzaron con todo hacia los indefensos rumanos.

Ya sea a pie, sobre ponis o encima de los tanques, los fusileros rusos se lanzaban de manera despiadada sobre los rumanos, que se quebraron en cuestión de una hora. Algunas bolsas aisladas lograron resistir todo el día, pero finalmente fueron aplastadas. Los rumanos veían horrorizados como la artillería antitanque que tenían disponible rebotaba en los recién construidos T-34 que escupían fuego a cada instante. Lo peor es que los alemanes tardaron al menos 12 horas en darse cuenta de que el ataque era en forma de cuña y no en un intento de solo romper el frente.

Justo en el momento que Paulus considero mandar tropas de refuerzo, el ataque del frente sur se realizo en la madrugada del 20 de noviembre. Vatutin, pese a sus dudas, se lanzo con todo y pese a que había varios lagos y pantanos frente a sus tropas, estás lograron romper el cerco frente al mucho más débil IV Ejército rumano. El ataque simultáneo provoco pánico entre los aliados rumanos que caían a granel frente a las tropas enemigas y otros se rendían sin siquiera pelear. Paulus, estupefacto, trato de enviar parte del IV Ejército mecanizado del general Hoth a contener la lanza sur y lo logró por un instante, pero Vatutin hizo girar la dirección del ataque y lo rodeo de manera magistral.

El día 22 de noviembre se volvió crítico. Kalach había recibido la alarma del ataque, pero en lugar de convertirse en un frente estable o en tratar de salvar las provisiones que tenía dicho lugar, las tropas estacionadas cayeron en pánico y comenzaron a correr rumbo a la ciudad. La disciplina se vino aun más abajo, cuando los primeros tanques llegaron al lugar y comenzaron a disparar a quemarropa, en especial a los aviones que despegaban apresuradamente, ya que el lugar también servía de aeropuerto. Los alemanes no pudieron defender la zona y huyeron desordenadamente. Finalmente, en la mañana del 23 de noviembre, las dos lanzas se encontraron en un poblado cercano a Kalach, llamado Sovietski. El cerco se había consumado.

Paulus y sus tropas, pese a la maniobra, aun se encontraban con esperanza. Hitler había tomado varias decisiones con la misión de salvar al VI Ejército. Primeramente, sacó a Von Manstein de sus vacaciones y lo puso al frente de los Ejércitos del Don. Por otro lado, trato de ayudarlos, haciendo un puente aéreo, que inclusive el pomposo de Goering prometió suministrar las 250 toneladas diarias que necesitaba dicha formación para sobrevivir. Sin embargo, rápidamente se vio que eso no era posible. Apenas 100 toneladas llegaron las primeras dos semanas y luego dicho aprovisionamiento se fue mermando hasta desaparecer a mediados de diciembre.


A la par, los rusos comenzaron a hacer más pequeño el "kessel". Rokossovski comenzó a presionar a sus tropas para adelgazar el perímetro alemán. Sin embargo, Von Manstein llevo a cabo la operación Tormenta de Invierno, la cual preevía atacar el frente sur del cerco. Aquí es cuando llega una de las decisiones más polémicas de la guerra. El mariscal de campo quería que Paulus utilizase el poco combustible que quedaba para mover a sus tanques y provocar un ataque simultáneo al suyo. Sin embargo, Paulus decidió quedarse quieto en su posición. Muchos lo tacharon de cobarde, pero el general comentó que hacer dicha acción, hubiese sido el equivalente a retirarse, lo cual Hitler había negado brutalmente desde un principio.

Aun con esto, Von Manstein, para la segunda quincena de diciembre, estuvo a punto de romper el cerco, pero la segunda división de guardias fusileros, una de las formaciones más poderosas del Ejército Rojo, a cargo del general Malinovski, había llegado y logró parar en seco la ofensiva del mariscal. Von Manstein pudo haber seguido, pero la operación Pequeño Saturno había dado marcha y él mismo estaba en peligro de caer en un cerco.

Resulta que otra operación se estaba dando por parte del Ejército Rojo. Zhukov y Vasilevski habían hablado con Stalin y comentaron que si Urano resultaba exitosa, lanzarían otra operación de mayor envergadura, llamada Saturno, la cual consistiría en cercar los ejércitos alemanes del Don y también el Ejército Alemán A que se encontraba en el Cáucaso. Sin embargo, la operación Tormenta de Invierno hizo que ambos generales variarían sus planes, lo cual no le gusto a Stalin, el cual estaba embriagado con el triunfo. No obstante, termino por hacer caso y vio con gusto que la operación "Pequeño Saturno" era aun mejor, ya que lo importante era asegurar el triunfo.

Y así fue. El objetivo de dicho ataque era el octavo Ejército Italiano que se encontraba en la retaguardia, resguardando los ejércitos alemanes. Von Manstein, con el peligro de verse cercado, tuvo que retirarse y la ofensiva de liberación para el VI Ejército se fue al garete. Para enero de 1943, el fin de dicha formación estaba cerca. El 62th Ejército ya estaba recibiendo provisiones por el congelado Volga e inclusive el paraje se volvió tranquilo por ese lado, donde los camiones pasaban por el lugar, recambiando a las tropas y trayendo a los heridos a la ribera opuesta.

Debido al frío y la falta de provisiones, las tropas alemanas comenzaron a caer a montones y eso también fue evidente para los oficiales del Ejército Rojo. Luego de una tregua, varios emisarios fueron enviados a parlamentar con el VI Ejército, pero con nulos resultados. El ataque se reanudo inmediatamente y para finales de enero, el kessel había sido partido en dos. La parte más occidental fue triturada y solo quedaba la parte oriental que estaba refugiada en Stalingrado y donde se encontraba la oficialia.


En su momento se hablo de un ataque suicida, pero Paulus decidió rendirse, pese al nombramiento de mariscal que le había dado Hitler días antes. El 2 de febrero de 1943, se ondeo bandera blanca en el cuartel del VI Ejército. 90,000 hombres se rindieron ese día. Lamentablemente, apenas una décima parte de ellos vivirían para contarlo, ya que muchos murieron por el trato que le dieron los rusos a los prisioneros, llegando inclusive a morir en el camino hacia Siberia y otros durante la estancia en dicha región del país. Paulus y otros oficiales serían utilizados para emitir transmisiones con el fin de disuadir a los alemanes de continuar la guerra.

La batalla de Stalingrado terminó oficialmente ese día, pero la reconstrucción de la ciudad duro mucho más tiempo. Las bajas en ambos lados totalizaban casi dos millones de hombres, pero la Wehrmacht fue la que más sufrió la sangría, perdiendo una cantidad de soldados y oficiales de altísima calidad. Aparte, el prestigio de la misma se vió muy afectado y la mentalidad triunfadora del Reich comenzó a venirse abajo. Von Manstein logró salvar una buena cantidad de soldados a través de Rostov, pero al coste de sus aliados, donde el octavo ejército italiano fue casi masacrado durante la operación pequeño Saturno.

Este instante provocaría que el Ejército Rojo, salvo por unos meses, se convirtiese en una máquina imparable que le llevo hasta Berlín, dos años después. En cambio, la Wehrmacht perdería la supremacía tanto táctica como estratégica y pese a chispazos posteriores, ya no volvería a ser la misma de antes. La guerra, había dado un giro que ya no se perdería en los siguientes años. Pero eso, es otra historia.

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Saludos a mi adorable esposa =3, así a quienes gustan de la Segunda Guerra Mundial.

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