lunes, 9 de mayo de 2016

La batalla de Midway: cuando el Pacífico se quebró para los japoneses.

Si me preguntan, hace unos cuantos años, el Frente del Pacífico siempre me pareció una operación "menor" comparada con el europeo y por mucho, descontando salvo lo del bombardeo atómico a Hiroshima y Nagasaki. Lógico, mucha de la información que entonces leía provenía de fuentes norteamericanas y por ello, el conflicto era miminizado, no porque no fuese importante, sino porque realzaban las victorias de dicho país y mantenían al margen el valor así la tenacidad del mando japonés, esto con la consigna de verlos como unos auténticos traidores y polarizarlos lo más posible.

Por suerte, las nuevas fuentes, películas e inclusive una serie de HBO (The Pacific) ha venido a cambiar dicho concepto de manera radical y claro, yo también le he dado su gran importancia a esta parte de la historia. Por ejemplo, si no hubiese sido por las bombas atómicas, Japón habría resistido por sí solo unos dos o tres años más, sacrificando en el intervalo a toda su población civil. También como los Marines tuvieron que hacer todo el trabajo "sucio", cuando el resto de los contigentes aliados habían sido derrotados miserablemente por unas bien formadas tropas japonesas. Por ello, aunque el frente oriental europeo y así occidental me sigan pareciendo interesantes aun a la fecha, el Pacífico tuvo sus batallas, no tan espectaculares, pero sí bastante cruentas, que merecen conocerse. No solo por el estilo de combate, sino como un buen análisis psicológico de sus participantes.

Y que mejor batalla que la que se considera el punto de inflexión en dicho teatro de operaciones: La batalla de Midway.



Antecedentes: pese a la "batalla" que sufrieron los japoneses en la batala del Mar de Coral, la estrella del Imperio Nipón seguía en ascenso. No en balde, habían conquistado casi un quinto de la superficie terrestre en cuestión de algunos meses. Solo Australia se mantenía erguida ante el impacto a duras penas. Sin embargo, parece que la tasa de éxito llego a tocar los egos, no solo de los propios mandamases, sino también de oficiales y soldados.

Si algo hemos visto en batallas anteriores, no solo de este conflicto, sino de otro tipo, los japoneses son generalmente muy orgullosos, a un grado bastante elevado, lo cual ha alimentado un tanto su xenofobia pero también su estrechez de miras ante el enemigo. Sí se tiene la idea de ser una persona "superior", es lógico que uno caiga en subestimaciones importantes y no en balde los nipones pensaban tal cosa de los norteamericanos. Hace 500 años, los samurais eran los soldados más modernizados de todo el mundo, no solo por el dominio del bushido y el arte marcial, sino también por sus costumbres, alimentación y limpieza, que era enteramente superior a los europeos.

Aunque la intromisión del comodoro Perry en 1853 calo bastante en la autoestima de aquel país, varios llegaron a la conclusión que la falta de tecnología y preparación había provocado eso. Si en cambio, Japón estaba a la par en ese aspecto, podría no solo superar a sus rivales, sino ser imbatible. Esto se vino a reforzar con la batalla de Pearl Harbor y la posterior conquista del Sureste Asiático. Sin embargo, almirantes y otros hombres se darían cuenta de que esto era temporal y que tarde o temprano, la mayor cantidad de recursos y la mentalidad norteamericana darían un giro a las cosas.

Uno de ellos, fue el gran Isoroku Yamamoto, que entonces era el Almirante de más alto rango de la Armada Japonesa y que en su momento llego a tener discusiones con los jefes del Ejército Imperial. Ambas ramas buscaban la gloria para sí mismos y también para honrar al emperador. Por ello, esto provoco un retraso en los planes posteriores a abril de 1942, cuando Japón era dueño de medio Pacífico y sus alrededores. Yamamoto logro imponerse, con una amenaza de renunciar y presento su plan, el cual consistía en una defensa preventiva y evitar que EUA comenzase a cercarlos. Esto en parte también por el miedo que los japoneses habían desarrollado a los "raids" enemigos, por ejemplo el que hizo Doolitle unos meses antes y que demostró la vulnerabilidad del país ante los bombardeos.

El primer objetivo fue repetir el ataque a Pearl Harbor, pero debido a la paranoia, los americanos habían fortalecido las defensas de manera importante y era imposible atacarlo nuevamente. Entonces, Yamamoto fijo su atención sobre el atolón más occidental de las islas Hawaii: Midway. Aunque este era insignificante para las pretensiones japonesas, el gran Almirante sabía que era importante para los americanos. En esto no se equivoco, ya que los gringos pensaban que el próximo embiste sería en dicho sitio, por lo cual también se apresuraron a reforzarlo.

La mentalidad obtusa japonesa se hizo evidente, ya que a diferencia de los alemanes que se esforzaban en cambiar sus códigos secretos informáticos, los nipones pensaban que no sería necesario. En cambio, los descifradores americanos ya habían descubierto al menos uno de ellos y recibían información constante. Uno de ellos fue bastante sólido a mediados de mayo de 1942, cuando se hablo de un ataque a cierto lugar llamado "AF". Sabiendo de esto, los descifradores mandaron un mensaje sobre el agua dulce de Midway estaba por debajo de lo normal y rápidamente los nipones informaron de esto al Alto Mando. Chester Nimitz, el gran Almirante del Pacífico, se enteró de esto y decidió reforzar Midway a como diese lugar. Aquí se dio algo curioso, ya que el Almirante de portaaviones nominal, Halsey, se encontraba enfermo. Spruance era el siguiente al mando, pero como era orquestador de acorazados, Nimitz también nombro como jefe a Frank Fletcher, que apenas estaba volviendo de Mar de Coral con sus naves.
Lamentablemente, solo contaba con tres portaaaviones, uno recién reparado y a las prisas, el USS Yorktown, que se unía al USS Enterprise y el USS Hornet. El USS Saratoga estaba en el puerto de San Diego siempre reparado a toda prisa. Con estas naves y su flota (entre torpederos, cruceros y submarinos), Fletcher y compañía salió zumbando hacia Midway.

Entre tanto, Yamamoto sabía de las reparaciones en los portaaviones y despacho cuatro para tener mayor poder naval: El Akagi, el Kaga, El Hiryu y Shoryu. Lamentablemente, el Zuikaku y el Shokaku estaban en reparaciones y por alguna razón, no se hicieron rápidas estas, lo cual manifestaba la mentalidad japonesa que subestimaba los alcances de su antagonista. Y no en balde creían esto, ya que Yamamoto había dispuesto un ataque extra sobre las Aleutianas, que disminuyo aun más el aparato defensivo sobre Midway. Con esta confianza, el almirante Chuichi Nagumo fue quien se encargo del raid sobre el atolón americano, inclusive llevando al poderoso acorazado "Yamato", el más grande del mundo en ese momento.


Batalla: El 4 de junio de 1942, justo en la madrugada, Nagumo y sus cuatro portaaviones comenzaron a lanzar una primera oleada de aviones bombarderos y cazas para destruir Midway. En apariencia lo lograron, ya que las bombas cayeron sobre las instalaciones y las pistas de manera indiscriminada. Sin embargo, sabiendo del ataque previamente (un avión había oteado la flota japonesa unas horas antes), muchos de los aviones en tierra ya habían despegado, amén de una formidable artillería antiaérea, cubrió el cielo de Midway, lo cual hizo que el ataque lograse su objetivo "a medias" (aunque en el intervalo, todos los cazas y aviones del atolón fueron destruidos sin misericordia).


El comandante del raid le informó a Nagumo que fuese necesario una segunda oleada. Justo en ese momento, un avión observador había notado la presencia de la flota norteamericana a lo lejos. Fue cuando se dio la crisis del Almirante Nagumo, ya que estuvo 20 a 30 minutos decidiendo que hacer. Pese a que sus subordinados le pidieron que dejase el bombardeo a Midway y fuese directo hacia la flota con la mitad de sus aviones (unos 98), el susodicho se mantuvo indeciso. Por un lado no sabía que tan lejos estaba la flota enemiga y por otro, era prioritario atacar Midway, ya que pese a su artillería, podría caer con otro bombardeo. Finamente, en extrañas circunstancias, pidió que se quitasen las bombas y se pusiesen los torpedos al menos dos veces. El último cambio, debido al aterrizaje de la primera oleada, obligó a los marinos y técnicos a dejar el montón de bombas en un lado de la pista mientras instalaban los torpedos. Nagumo decidió abastecer y cargar todos sus aviones en un solo ataque hacia los portaaviones enemigos.

En cambio, el futuro héroe del día, Raymond Spruance vió las cosas de diferente manera. Pese a su limitada experiencia como jefe de Acorazados, el almirante supo leer bien la situación y decidió mandar a sus aviones de manera disgregada pero continua. Esto en primera opción parecía un suicidio, ya que lo mejor era atacar con un frente amplio y conjunto, pero Spruance sabía de las maniobras niponas y que su llegada podría alterar el orden entre ellos. Sin embargo, esto no pareció al principio, cuando las primeras tres oleadas fueron acribilladas por la defensa antiaérea de los portaaviones y sus escoltas, así como de los Cazas Zero interceptores.

El raid de Spruance dió frutos: ante las maniobras defensivas que desorganizaron el aparato japonés, la cuarta oleada entró como cuchillo en mantequilla, soltando sus bombas y torpedos sin miramientos. En cuestión de minutos, los portaaviones Kaga, Akagi y Soryu fueron hechos añicos, ya que aparte de que sus pistas estaban llenas de bombas y aviones hasta el tope de combustible, las superficies de dichas embarcaciones eran de madera. A tal grado llego la sorpresa y desconcierto entre los tripulantes, que el almirante Nagumo tuvo que ser sacado casi a rastras hacia otra embarcación, con el habla entrecortada.

El Hiryu, el único portaaviones superviviente decidió vengar a sus colegas y lanzó a sus aviones, los cuales encontraron al USS Yorktown que no pudo evitar su destrucción, cuando tres bombas impactaron en la caldera y lo pararon en seco, haciéndolo un blanco móvil. Otros aviones dieron sendos torpedos y hubo que abandonar el barco. El contraalmirante Fletcher salió corriendo y se embarco en el Crucero USS Astoria. Aunque el Yorktown quiso ser remolcado, el barco que estaba en dichas labores como el mismo portaaviones finalmente fueron hundidos. Lamentablemente, los japoneses siguieron con errores y en lugar de atacar a otro portaaviones enemigo, creyeron que le habían pegado a dos, porque optaron por retirarse.

Los aviones del Yorktwon lo vengaron, cuando se lanzaron sobre el Hiryu que también en cuestión de media hora fue reducido a chatarra. A diferencia de Nagumo, el almirante Yamaguchi decidió hundirse con su nave.

El Almirante Yamamoto, que conducía el resto de la flota, no tenía idea clara de lo que pasaba, hasta que fue informado en la noche de lo que sucedía. Presa del terror, por un momento decidió retirarse, pero creyendo que aun tenía el factor sorpresa (su flota no había sido detectada), lanzó varios cruceros y acorazados para tomar la isla mientras la otra parte buscaba la flota enemiga. En el caso de Spruance y Fletcher, este último decidió ceder el mando total al primero, debido a que no podía guiar un portaaviones. Spruance nuevamente se anticipo a las acciones japonesas y decidió interceptarlos, aun cuando sabía de la gran victoria que tenía en sus manos. Aunque no llego a encontrar el buque insignia de Yamamoto, el Yamato, si dió con un crucero e inclusive con un paquetebote que llevaba a parte del ejército invasor. Ante tal ataque, Yamamoto no tuvo otra opción que doblar las manitas y cancelar el desembarco en Midway.

Spruance, el artífice de la victoria americana.

Consecuencias: el mazazo de Midway fue demoledor para la Marina Japonesa. Ocultando el hecho, salvo al Emperador, se minimizo el efecto de dicho ataque, que fue terrible. No solo se perdieron cuatro portaaviones de gran calidad, sino al menos 3,000 japoneses perdieron la vida, entre ellos, la flor y nata de la aviación japonesa. Como los programas de entrenamiento de dicho país no previeron una lucha de larga duración, la cantidad de aviadores expertos fue reducida de manera dramática por la batalla. Esto obligo a que Japón cediese la iniciativa y que ahora se condujese por batallas meramente defensivas.

En cambio, EUA pese a la pérdida de hombres (al menos 250) y un portaaviones, su mayor industria los pondría nuevamente al tiro y pronto superarían a Japón como la potencia dominante en el área. Aparte, la victoria elevaría la moral de los combatientes y haría ver a los nipones ya no como invencibles, sino como un enemigo que podía ser vencido si se peleaba bien y con inteligencia. Esta forma de ser dictaminaría la mentalidad de la Marina que buscaría más victorias pequeñas pero importantes que una gran ofensiva o batalla. De aquí, los Estados Unidos no pararían hasta el bombardeo atómico en Hiroshima y Nagasaki. Pero eso, es otra historia...

-------------------------------------------------------------------

Saludos a la dueña de mis quincenas :3, así a quienes gustan de este tipo de batallas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario