lunes, 11 de mayo de 2015

La batalla de Maratón: la gesta que inició una leyenda...y una carrera.

Ya vuelvo con una entrada sobre cuestiones bélicas en el blog. Debido a cuestiones un tanto azarosas en los últimos meses, solo había podido concentrarme en ciertos temas, que eran más fáciles de elaborar y estructurar. Hablar de una batalla o combate requiere que este un rato leyendo e informándome lo más posible sobre el conflicto. No solo es estar poniendo "oh, A y B se trenzaron en batalla y gano B". No, es el error más común que se tiene, ya que se suele interpretar el arte de la Guerra como algo sencillo, sin mucho chiste. Esto es como mi trabajo a diario: requiere estar extrapolando situaciones distintas para que formen una sola línea. Uno no puede solo enfocarse en la cantidad de efectivos, sino ver que llevo a tal conflicto y como se resolvió finalmente.

Si no, tenemos un montón de mitos sobre dichos acontecimientos y llegan a situaciones que rozan con la mentira, como el caso de la Batalla del 5 de Mayo, que inclusive en gringolandia la ven como nuestra independencia. Léase, el contexto cuenta tanto como el momento en que celebró dicha escaramuza, batalla o confrontación.

Por ello, la batalla de Maratón no es solo famosa por aportar una de las competencias de atletismo más emblemáticas, sino también porque significo la diferencia entre dos culturas, dos pueblos que pese a ser muy distintos, uno logro vencer al otro, no solo en base al valor, si no también a una buena dosis de suerte y profesionalismo.


La batalla de Maratón (en griego antiguo Μάχη τοῡ Μαραθῶνος, Majé tou Marathonos) fue un enfrentamiento armado que definió el desenlace de la Primera Guerra Médica. Ocurrió en el año 490 a. C. y tuvo lugar en los campos y la playa de la ciudad de Maratón, situada a pocos kilómetros de Atenas, en la costa este de Ática. Enfrentó por un lado al rey persa Darío I, que deseaba invadir y conquistar Atenas por su participación en la revuelta jónica, y, por otro lado, a los atenienses y sus aliados (de Platea, entre otros). Una proeza recordada en esta batalla fue la de Filípides, que recorrió, diferente a lo que se cree, el camino de Atenas a Esparta para pedir ayuda al ejército espartano, pues la amenaza persa se cernía sobre el mundo griego. Esparta rehusó ayudar a los atenienses, alegando encontrarse en fechas de celebraciones religiosas.


Antes de narrar la batalla de Maratón, hay que hacer una aclaración: mucho de lo que se dice de la misma proviene de los estudios que hizo el gran Herodoto en el siglo II A.C. Léase, las cifras de antemano están exageradas por un lado y manipuladas por otro. No es de extrañar, se dice que la historia la escriben los vencedores y aquí no fue la excepción. No es que Herodoto no haya querido darnos un relato más imparcial, pero su sangre griega, su odio hacia los jonios, si llego a inclinar la balanza hacia los griegos de sobremanera. Por supuesto, Tucídides y otros historiadores han rebatido estos datos, pero al fin al cabo, lo que tenemos, es la crónica de Herodoto.

Bien, ya con estas, vamos al contexto: Estamos en el siglo V a.C. y el Imperio Persa, bajo los mandos de Darío I, ha logrado una importante conquista de todo el Medio y Cercano Oriente. Ahora sus ojos están puestos sobre las ciudades griegas y ya ha hecho sus primeros pininos, conquistando Tracia y el reino de Macedonia. Por supuesto, esto no cayó en gracia de algunas ciudades griegas de la región (las famosas Polis, que eran una especie de ciudades-estado. Grecia nunca fue una región unificada, hasta los inicios del siglo XX cuando se independizaron del Imperio Turco, pero eso es otro cuento, como diría la Tía Chona).

Sin embargo, antes de eso, ya había habido conflictos diplomáticos fuertes: embajadores persas habían sido enviados a las diferentes ciudades griegas a mediar el conflicto y darles una invitación para unirse al Imperio Persa. Esparta (ajum!) fue la primera en negarse y Atenas le seguiría, luego de derrocar a un tirano que estaba haciendo tratos con Persia. Posteriormente, el senado ateniense envió tropas a las ciudades rebeldes (como Jonia) para apoyarles en su independencia.

Lógico, Artafernes, el hijo del sátrapa de Libia (uno de los ministros colocados por Darío para administrar una región) envió varias expediciones que hicieron pedazos Jonia y otras ciudades rebeldes, así del Mar Egeo. En un principio, la expedición era solamente para calmar ánimos y meter miedo a los griegos (especialmente a los grupos que apoyaban el dominio persa y que al ver la sangría causada por estos, terminaran por decantar la adhesión al Imperio Medo, que es como llamaban los griegos a los invasores).

Hipias, el mencionado tirano depuesto, iba con la flota persa invasora y luego de evitar que atacarán la isla de Delos (centro religioso de las Polis), convenció a los presentes de que era mejor atacar a Atenas y ya mandar al diablo a los susodichos (y por supuesto, que Hipias en el proceso, lograse recuperar el poder). Por lo tanto, la flota persa desembarco en una playa anexa a la llanura de Maratón. Esto para septiembre de 490 a.C. La razón es que Maratón era un terreno plano y más que adecuado para el ataque de caballería.

Previo a esto, Milcíades, el "strategos" militar había deducido donde sería el lugar del ataque, por lo cual formó a las tropas atenienses en la dichosa llanura de Maratón. Mientras, Fidípides, un mensajero fue enviado a Esparta a pedir ayuda militar. Por supuesto, esta última quiso apoyar a los atenieneses y un ejército ya estaba en camino, pero en el trayecto, una ciudad hermana estaba celebrando fiestas religiosas y esto obligada a guardar una tregua militar de diez días.


Finalmente, ambos ejércitos se vieron las caras para el 7 de septiembre y estuvieron allí 5 días, frente a frente, sin atacarse. Aunque Atenas esperaba la ayuda de Esparta, solo llegaron unos cuantos hombres de la Poli de Platea.
Las cifras de hombres son muy inexactas y muchas veces, exageradas. En las viejas crónicas se hablaba de 10,000 aliados griegos contra al menos 500,000 persas. Sin embargo, las más recientes si situan a los griegos entre 9,000 a 10,000 hombres y los persas no pasaban de los 50,000 hombres. Lógico, la diferencia en el tamaño si era potente, pero no así su composición.

Aunque los atenienses eran milicianos, estos eran voluntarios y cada uno respondía fielmente no solo a las ordenes de su strategos, sino también a la del propio Milcíades, que tenía una buena reputación en la ciudad. Aparte, estaban armados y acorazados, vistiendo placas de metal, lanzas largas y espadas, lo cual los hacía letales en el combate cerrado. En cambio, los persas, comandados por Artafernes (sobrino de Darío I), estaban desorganizados y muchos eran mercenarios u obligados a combatir. Aparte, no tenían una uniformidad militar a nivel táctico, mucho menos física (escudos de piel, así lanzas cortas).

La batalla no se sabe como ni en que momento comenzó. Los detalles de la introducción son pocos y la mayoría tampoco son tan explicados. Lo poco que se menciona es que Milcíades quiso disponer de su ejército en 3 partes: el centro y ambas alas. Mientras las últimas tenían las clásicas 8 filas, el centro eran 4 hileras bien apretadas. Aunque el concepto de falange griega aun estaba en momentos muy primitivos, la potencia de la misma eran legendaria, tanto por el componente de armadura que tenían los soldados, como su forma de ataque, que era alzar lanzas y espadas, despedazando a las tropas enemigas. El que Milcíades dispusiera así sus hombres, era para evitar que las alas del ejército fuesen sobrepasadas por el ataque de la infantería persa (mucho más ligera) o de la misma caballería.

Finalmente, parece que Milcíades decidió atacar el 12 de septiembre, harto de esperar (y con cierto conocimiento de las debilidades del ejército persa, ya que había combatido con este previamente). Hay datos curiosos, no muy fidedignos de ese instante, ya que se sabía que la democracia no solo invadía al senado de Atenas, sino al ejército, donde cada "stratego" se rolaba el día para ser el mero mero del Ejército. Es decir, no había un mando unificado, sino que los diferentes strategos se pasaban el rol de mandar a todos un día. Sin embargo, se vio que la mayoría o casi todos los strategos tenían su confianza en Milcíades y quien parece, fue el que dio la orden de "atacar".

Esto ha sido objeto de mucho estudio, ya que se ha buscado un detonante para la batalla y porque no esperaron la ayuda espartana, pero todo se redujo a la indicación de Milcíades, de usar toda la potencia de la falange y hacer trizas el frente persa. Por ello, 10,000 griegos se lanzaron, marchando a gran velocidad contra el ejército rival.

Los persas, al ver a las falanges avanzar hacia ellos a velocidad, trataron de reducirlos con disparos de arquería. Sin embargo, las armaduras y escudos de bronce y acero de los griegos rebotaban las flechas, lo cual provocó el pánico entre los mismos persas. Aparte de que era algo totalmente nuevo: generalmente los rivales huían ante ver la cantidad de efectivos que ellos contaban. En un instante, la falange griega hizo trizas la infantería persa y estos comenzaron a retroceder, asustados ante la ferocidad del ataque.


La táctica le resulto a Milcíades: el empuje permitió que el centro persa colapsase, pero aun más las alas del ejército, que no alcanzo a desplegar su caballería. Las contrapartes atenienses comenzaron a hacer una maniobra de tenaza y lejos de perseguir a los cobardes, se dedicaron a franquear y destrozar el centro en un movimiento de cierre. Aun con esto, los pobres persas corrieron en desorden hacia sus naves y varios lograron ser embarcados, mientras otros cayeron bajo las lanzas y espadas griegas, aun sobre el agua de la playa.

Aquí es donde el mito comienza a crecer y muchos atribuyen la carrera de Filípides hacia la ciudad para anunciar la victoria griega sobre los persas. Pero esto actualmente es bastante poco certero, ya que luego se vió que los persas lograron embarcarse y ahora buscaban atacar por otro lado de la región, más cerca de Atenas. Por lo tanto, el ejército aliado tuvo que moverse a gran velocidad hacia la ciudad para protegerla ante el ataque (dejando a unos 1,000 hombres en el campo, el ala sur, que había sido la más machacada del ataque). Tal maniobra hizo que la flota persa ya no se animase a desembarcar y por lo tanto, se alejase de la ciudad con el rabo entre las patas.

La victoria del ejército ateniense fue de gran retumbo para las Polis griegas. Las bajas se estimaron en apenas 200 a 300 hombres, mientras que las del rival llegaron a ser hasta 7,000. Se dice que en los siguientes días, mientras se fesjetaba el triunfo ateniense, los espartanos y sus aliados llegaron a la ciudad y no dudaron en felicitarlos. Por supuesto, lo que siguió a la celebración tiene parte verdad y parte mentira: se habla de sacrificios a los dioses con los cuerpos de soldados muertos o de que los héroes griegos muertos fueron enterrados en la planice (donde actualmente hay varios indicadores, aunque no se han hayado osamentas).

Por supuesto, la batalla tuvo consecuencias muy positivas para Atenas: se convirtió in facto en la potencia militar de la región y le dió realce a los participantes de dicha batalla, que lograron altos cargos y dirigir la política ateniense en las próximas décadas. Esto tarde o temprano hizo que las envidias y celos de las demás Polis se fuesen acumulando (y que tendrían algo de detonante en la Segunda Guerra Médica).

Aunque fue una derrota potente para el Imperio Persa, Darío I lo vió como un simple traspiés y cuando estuvo a punto de invadir Grecia con toda su potencia, un conflicto con el sártrapa de Egipto, hizo que cambiará su atención hacia otros lares y por consecuencia, el resto de su reinado no volvió a tocar a los griegos, hasta que su hijo, Jerjes I, volvió a las andadas con la segunda Guerra Médica.

Para las generaciones actuales, la batalla de Maratón se sirvió como un punto de identificación para muchas y diferentes batallas, mostrando el choque entre la civilización con la barbarie y el salvajismo. Sin embargo, lo más importante fue la carrera de atletismo que emergió a raíz del mito griego: el Maratón. Se dice que se inspiró, sea en la carrera que hizo Filípides para llegar a Esparta a pedir ayuda (y que es bastante grande, si ocurrió así, ya que se dice que el hombre corrió 260 kms en dos días para lograr su objetivo, en terreno montañoso). Y otra, que es Eucles, el hombre que fue enviado (malherido por la batalla) a informar al Senado de Atenas de la victoria y que murió, enunciando la victoria. Para bien o mal, Pierre de Coubertin creo dicha carrera, fijandola en 40 a 42 kilómetros. Hasta los Juegos Olímpicos de Londres en 1908, fue cuando se fijo la distancia en 42,192 metros. La razón es que es la distancia entre el Castillo de Windsor y el Estadio Olímpico en Londres (ya que la Reina quería ver el inicio de la misma).

Corre Filípides, corre

Claro, Maratón sería famosa por muchos años en el mundo griego, pero todo cambiaría con la batalla de las Termópilas y por supuesto, la mítica batalla de Platea (que por cierto ya se hablo en este blog previamente). Y como dicen, eso ya es otra historia (y también contada).

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Saludos a mi esposa ^^, así a quienes gustan de las batallas.

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