Hace unos meses se cumplieron 30 años del desastre de Chernóbil. Las huellas e impresiones que dejó tal suceso en el pueblo ruso, bielorruso y ucraniano aun siguen latentes. Como prueba, esta el libro que técnicamente lanzó a la fama a la escritora Svetlana Aleksiévich hace unos pocos años y que le hizo merecedora del premio Nobel de Literatura en el 2015.
Obviamente, no comencé a leer dicho libraco por el curriculum de la escritora. Sí me preguntan, casi no leo nada de los premios Nobel (bueno, Pearl S. Buck es otro cuento) y la razón es que siento que entro en un mundo elitista que muchos snobs o gente más preparada tiene mucho más conocimiento. Leer lo considero un pasatiempo y un gusto, no una forma de mostrar cultura o superioridad. Sin embargo, el que entrara en una obra como la de Aleksiévich fue por un tema que siempre me despertó honda impresión: el desastre nuclear de Chernóbil.
Cuando este sucedió, un servidor era demasiado pequeño para recordarlo. Sin embargo, fue un tema que se volvió recurrente a principios de los noventas, cuando muchos programas televisivos hablaban del hongo atómico que se había esparcido por Europa y que había provocado enfermedades relacionadas con la radiación. La Guerra Fría había acabado pero la sombra atómica de Hiroshima y Nagasaki se había reverdecido con Chernóbil. Justamente uno de esos tópicos toca el libro de la autora y lo hace de manera escalofriante.
Sin embargo, debo decir que no salí contento de la lectura. No es por la autora, sino por mi mismo y es que esperaba otra cosa. Así que la siguiente reseña solo es un punto de vista, que debe ser tomada como eso. Sí realmente tienen interés, es mejor que lo lean y que cada uno se forme su criterio. De forma lamentable, Svetlana Aleksiévich no es para mí.
El autor: Svetlana Aleksiévich nació en Ivano-Frankisvk, una ciudad del oeste de Ucrania en 1948. De padre bielorruso y madre ucraniana, terminó por mudarse a la patria de su progenitor, donde inclusive estudio periodismo en la Universidad de Minsk. Al salir, ejerció como profesora de historia en varias escuelas en Bielorrusia y también como reportera regional del oblast de Gómel.
Fue a finales de los setentas que un escritor ruso, Adamóvich le animó a escribir, mediante un estilo basado en la novela coral, una suerte de híbrido entre literatura y periodismo, el cual consiste en tomar testimonios de muchas personas de un evento determinado. Ante tal cosa, Aleksiévich comenzó a viajar y así formó su primer libro, "La Guerra no tiene Rostro de mujer", el cual narraba las aventuras y desventuras de las mujeres soviéticas en la Segunda Guerra Mundial. La fama obtenida con esto le permitió hacer otros dos más, uno enfocado en las madres de los combatientes de la guerra afgano-soviética y otro que hablaba del choque generacional que tuvieron muchas personas ante la caída de la Unión Soviética.
No obstante, el libro que la llevo al estrellato fue "Voces de Chernóbil" que ha llegado a traducirse en 20 idiomas y que tuvo su primera edición en español en el 2006. Tal alcance ha tenido dicha obra que inclusive sigue estando prohibido en su país natal, Bielorrusia. Debido a la cercanía de este país con el viejo aire soviético, la autora estuvo un tiempo deambulando en otras ciudades de Europa, hasta que al fin pudo establecerse en Minsk en el 2011. En el 2015 fue galardonada con el premio Nobel de Literatura, lo se considera un hito, debido a que sus obras son más de carácter periodístico que de ficción.
Argumento: a raíz del desastre nuclear de Chernóbil, Svetlana Aleksiévich se dio a la tarea de entrevistar a personas que estuvieron implicadas directa o indirectamente con dicho evento, esto por más de diez años. El libro recoge testimonios de madres, esposas, hijas, familiares, amigos, burócratas, médicos y también de los propios "liquidadores" (el personal que estuvo a cargo de la limpieza "nuclear" dejada por la explosión), no solo del período en que Chernóbil explotó, sino las consecuencias que vivieron a raíz de esto. Cada relato es único y no solo muestra la idiosincrasia del pueblo soviético y bielorruso, sino de la mentalidad que aun predomina hoy en día.
La autora. |
Comentario personal: mi primer error con este libro fue verlo como una especie de prolongación de uno que me encanto especial, "Underground" de Haruki Murakami. Tal vez por la forma de escribir de este último o por la mentalidad japonesa, este último me pareció interesante, avasallador y muy claro en lo que quería mostrar. Sin embargo, con "Voces de Chernóbil" sí que me lleve un buen topetazo desde el principio.
Los primeros dos a tres relatos son un preámbulo desgarrador y bastante elocuente de lo que sucedió ese día en Chernóbil. Más cuando se cuenta desde la perspectiva de una esposa, de una madre y una hermana (por separado) de varios liquidadores que estuvieron justo en ese momento. El primer relato debo decir que es muy bueno y que narra a la perfección lo que sucedió, así las consecuencias posteriores. Es un buen prólogo para comenzar un libro que lamentablemente no llega a un punto sublime.
La razón es que luego de este inicio estupendo y desgarrador, los siguientes relatos son mucho más oníricos, hasta poéticos. Algunos hablan sobre la belleza de la naturaleza pre y post radiación, que tiene más un tinte romántico que de realidad. Por supuesto, no puedo negar que los pueblos eslavos son especialistas en hablar de esta manera (falta leer el romanticismo de Puskhin por algún lado). Sin embargo, aquí siento que la autora transcribe muchas palabras huecas y lejos de ponernos en el contexto, nos va alejando de eso. Lo peor es que estos relatos cuasi existencialistas se intercalan con unos mucho más duros y que te dan una muestra de como se manejaban las cosas en aquel país por esos años.
Esto lejos de ser empático, me termino generando una sensación de pesimismo y malestar poco grato. No es el que puedas ser considerado, sino más como un relato hecho para mostrarte lo más desgraciado del mundo y que sirve de morbo. No siento que haya sido el objetivo de la autora, porque algunas cosas son tan contundentes que te dejan con la boca abierta, pero de repente sentía que lo hacía más para una cuestión de "vender" el sufrimiento.
Algo que hubiese minimizado esta sensación hubiesen sido los relatos mucho más "duros". No aquellos que tengan una carga emocional fuerte, sino que hablaran de forma directa sobre los hechos y lo que sucedió después. Lamentablemente, esto llega hasta muy avanzado el segundo tercio, cuando ya tenía la sensación de aventar el libro por la ventana. Repito, tal vez alguien que le guste más este estilo de narrativa se sienta encantado, pero en mi personal me dejó bastante desagusto. A tal grado que cuando comencé el libro, esto para la primavera de este año, lo tuve que dejar aparcado por dos meses y luego en un ejercicio de autocontrol, me lo chutaba por páginas día tras día, hasta que lo acabe hace un mes.
Reitero. El libro no es nada gore ni tampoco cae en un dramatismo exagerado. Es duro, directo y cuenta las cosas como son (en especial las enfermedades y muertes que tuvieron liquidadores y sus familiares). Sin embargo, el relato de cada persona contrasta tanto, que en lugar de lograr una narrativa bien estructurada, tiene bajones y subidas demasiado pronunciadas. Hay personas que hacen una descripción estupenda y otros que se hunden en un montón de malabarismos mentales para llegar a un punto. Sí, original, pero tan pesado que no te permite agarrar vuelo con lo que estas leyendo.
Aquí es donde enfatizo mi gusto por "Underground", ya que Murakami supo ordenar o dar matices a cada relato y saberlos dividir, de tal manera que sabíamos que había en un nicho u otro. En cambio, aunque podía ser una sorpresa cada relato (y que la autora hace cierta división, más basada en el sentimiento de la crónica), en realidad resulta bastante pesado, más cuando uno es interesante o instructivo, mientras el otro es una crítica disfrazada del régimen que en ese momento envolvía a Bielorrusia.
Por supuesto, tampoco demeritó el valor sentimental e histórico de cada relato, que a su manera hacen ver las penurias que pasaron los involucrados y que aparte son tan bien escritos por la autora que te arrancan un suspiro como mínimo. Sin embargo, ese estilo tan romántico y tan lírico sí me llegó a fastidiar ciertos momentos. No obstante, pese a esto, el libro también aporta datos muy contundentes sobre el manejo de la información y de los enfermos a raíz del incidente que resultan muy claros y sobre todo dramáticos, haciendo ver a Chernóbil como un segundo Hiroshima, donde pese a conocer más de la radiación y sus efectos, los médicos y personas lo tomaban como los nipones de la década de los cuarenta y haciendo ver lo atrasado que se estaba en mentalidad.
Un punto fuerte y que me resultó muy importante, fue la forma en que el civil común encaró dicha amenaza. Como no podían verla o palparla, no la tomaban en cuenta. Esto, en una nación supuestamente desarrollada como la URSS, resulta escabroso. Por momentos me recordaba a lo oído o visto por un servidor cuando hacía mis practicas rurales de la carrera. Las personas por superstición o creencia, no pueden tenerle miedo o cuidado si no lo ven de forma directa. Como la radiación era algo invisible, el que el personal científico tratara de aleccionarlos era inútil, lo cual provocó que mucha gente siguiera viviendo en sus lugares de siempre pese a morir poco después.
Esto también se ve en la "repartición" de la gente que terminó huyendo de la zona y que de repente se vieron en una diáspora involuntaria que permeó, sobre todo en la gente de la tercera edad. Hay un relato conmovedor de una familia que tiene que salir corriendo de Prípiat y como la abuela comienza a rendirse emocional y físicamente al ver alejada de la tierra donde nació. Así la pareja que había vivido feliz cerca de la planta pero que uno de ellos se ve afectado y termina muriendo en los brazos del otro. Esta carga de dramatismo se va puliendo conforme avanzan las páginas y el último relato resulta igual o más desgarrador que el primero.
Finalmente, resulta interesante como la autora incluye "datos" que nadie se había puesto a pensar. Esto incluye como el exterminio sistemático de muchos animales en la zona (esto para evitar la propagación de la radiación y la muerte lenta y agonizante de muchos de ellos) o el futuro de muchos niños de Chernóbil, en especial enfermos que llegaron a ser objeto de experimentos como si fuesen ratones de laboratorio. Y claro, la crítica velada pero dura hacia el ostracismo del gobierno en las primeras semanas del desastre. Esto le da un plus que no tienen los libros de historia o especializados.
En conclusión, "Voces de Chernóbil" es un libro que me agrada mucho en su fondo, pero poco en su forma. Tiene datos interesantes y toca tópicos que rara vez se ven en un libro con un contexto más histórico. Sin embargo, las narrativas de algunos participantes me resultan un tanto pesadas. Sí, sé que debería verlo como un relato más mundano, pero en ocasiones no llegan a ningún lado y se nota que la autora dejó hablar a su interlocutor sin ningún freno. Debo decir que me pareció un bajón con respecto a "Underground", o sencillamente esperaba algo similar, lo cual reitero, es más cuestión de gusto personal.
Por lo tanto, recomiendo el libro, ya que no solo presenta un estilo diferente al que se ve en estos tópicos, sino para conocer el estilo de Aleksiévich. Aparte de que es un retrato vivido y muy crudo de lo que vivieron las personas durante tal suceso. Algunos relatos son para romper el alma y que llegan a mostrar, no solo lo peor del ser humano, sino también sus mejores cualidades.
Actualmente se puede conseguir fácilmente en cualquier librería, cortesía de la editorial Debate.
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Saludos a mi mujer, así a mi cuñado que me consiguió este libro :3, así a quienes gustan de este tipo de lecturas.
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